Tratamos de establecer una relación diaria con un Poder Superior, ya que nos damos cuenta de que no estamos solos en los esfuerzos por curarnos de nuestra adicción.
Estamos dispuestos a arriesgarnos a que nos hieran, ya que nuestra fe en un Poder Superior nos ha devuelto la confianza.
Renunciamos, día tras día, a nuestra estrategia vital y a nuestra obsesión por la búsqueda de coqueteo sexual y romántico y de dependencia emocional.
Aprendemos a evitar situaciones que puedan ponernos en peligro físico, psicológico o espiritual.
Aprendemos a aceptarnos y a querernos, a responsabilizarnos de nuestras vidas y a ocuparnos de satisfacer nuestras necesidades antes de involucrarnos con otros.
Estamos dispuestos a pedir ayuda, nos atrevemos a arriesgarnos a que nos hieran y aprendemos a confiar y aceptar a los demás.
Tratamos de elevar nuestra escasa autoestima y de eliminar el malestar que se deriva de ésta, así como el miedo a que nos abandonen y a la responsabilidad.Aprendemos a sentirnos cómodos con nosotros mismos en soledad.
Comenzamos a aceptar nuestras imperfecciones y errores como algo propio del ser humano, corregimos nuestra vergüenza y perfeccionismo al tratar de corregir nuestros defectos.
Comenzamos a sustituir las formas autodestructivas de expresar emociones y sentimientos por la sinceridad.
Somos sinceros al expresar quienes somos, incorporamos una intimidad auténtica a nuestras relaciones con nosotros mismos y con los demás.
Empezamos a valorar el sexo como resultado de la comunicación, compromiso, confianza y cooperación que se dan en el seno de la relación con nuestra pareja.
A medida que participamos en el proceso de restablecimiento, día tras día, vamos recuperando el sano juicio.